Los hechos no cuentan. La ideología no debe ser debilitada ni con pruebas que contradigan lo que afirman; ni con imágenes que grafican el latrocinio; ni con las confesiones de los “delincuentes”. Su falsa potencia no puede disminuir con la evidencia de fortunas inexplicables de funcionarios que, hasta abrir la puerta de un despacho oficial, carecían de bienes.
Los autores del lawfare odian que el pueblo sea feliz con las promesas de libertad y dignidad – sin importar que hace mucho perdieron ambas- . Por eso crean relatos, fotos y videos que, manipulados por los medios y los jueces, aparentan que existió corrupción.
Sin duda ver la realidad agraviaría más que seguir en la mentira. Ver que las escuelas permanecen cerradas o se utilizan para adoctrinar en lugar de preparar a sus hijos para pensar un futuro propio pronostica que las próximas generaciones seguirán en la indigencia. El ciego acatamiento a las consignas que cantan saltando por un bizcocho los obliga a no mirar lo que realmente sucede. Los gritos aturden por el tono (siempre me asombra cómo gritan los políticos pese a tener el micrófono que amplifica sus voces) y porque carecen de contenido. Las urgencias impiden pensar en el mañana.
El presupuesto bonaerense, con la complacencia opositora, creo otros 25.450 cargos públicos. El estado quebrado paga salarios y distribuye subsidios que van minando la voluntad de pensar. La malicia de Mister Hyde se sigue imponiendo mientras el Dr. Jeckyll endulza con palabras su ingenuidad – o ineptitud-
Nos hicieron creer que se terminaron los intendentes eternos cristalizados en sus cúpulas gracias a las ilícitas regalías de la corrupción con la que supieron comprometer a todos. Oscuras migajas de dineros robados a la salud, a la seguridad y a la educación del pueblo que los viva, se reparten a nuestras espaldas. Duelen las palabras de una oposición que quiere convencernos de que si no negocian y flexibilizan las reglas las consecuencias serán peores. Nos muestran las ventajas de haber logrado que sólo se postergue hasta el 2023 el comienzo del conteo que marca límite a la eternidad de los mandatos, y callan que, seguramente en el 2023 o cuando estén por caducar los beneficios acordados, encontraran otro motivo para volver a reformar la ley y vendernos con palabras honestas las modificaciones que aceptan.
De un lado de la grieta hay un plan para apropiarse de todo y de todos; del otro, hay- al menos – vacilación. Egos demasiado inflados para pensar en el país y su gente. La política es negociación permanente nos dicen, pero ¿los principios éticos no deberían ser un límite en esa negociación? Nos tratan de convencer que es el mal menor, pero y el bien, ¿para cuándo?
Los mismos que festejaron la genialidad electoralista de congelar tarifas cortan las rutas por los cortes de luz y agua. Las causas y los efectos son desvinculados. Aplaudimos unos y repudiamos los otros. En una sociedad donde no hay premios ni castigos ese nexo causal está roto. Un beneficio temporario es festejado por todos, aunque anuncie – en voz baja- que los perjuicios llegarán más pronto que tarde.
El Poder Judicial es uno de los tres poderes del Estado. Pretenden que es el único no democrático y que sólo se trata de un servicio. Todo argumento es bueno para degradarlo. Como no fue elegido por la gente (obviamente no explican por qué no debe ser elegido de esa forma) intentan disimular la gravedad de la marcha con la que pretenden alzarse contra la cabeza de ese poder. Es un poder que presta un servicio esencial a la república. No sólo porque debe resolver los conflictos de los particulares sino, y muy especialmente, porque es el valladar que impide que los otros poderes avancen sobre nuestros derechos y garantías desconociendo los principios que acuñaron los legisladores constitucionales. La división de poderes es esencial en la democracia, pero, el poder judicial es el custodio para que la misma no sea implosionada. Cuando funciona en forma imparcial e independiente resulta una bomba nuclear contra la arbitrariedad, la prepotencia, el autoritarismo y la corrupción.
Se apropian de las reglas de la democracia o las interpretan anulando su contenido para desbaratar los límites que a los poderes públicos le marca la Constitución Nacional. Quienes tienen la tarjeta roja para sacarlos de ese juego perverso son los jueces, hay que comprarlos, seducirlos, amedrentarlos o lo que sea menester para que ese molesto árbitro juegue como número 12 en la selección de los autócratas.
Por eso hay que echar a los Jueces de la Corte que osaron intentar mostrar que tienen autonomía. Que se empecinan en no reconocer que todos los expedientes que tienen para resolver, si en su carátula tienen el nombre de algún funcionario K deben ser archivados. Son Magistrados que no entienden que no deben valorar las pruebas o aplicar su propia jurisprudencia, sino que deben repetir el mantra: ”a los imputados K no se los debe investigar , son inocentes porque nadie puede juzgar sus acciones ya que sus objetivos patrióticos que no pueden ser entendidos por simples leguleyos”. Paralelamente, deben ordenar las condenas de los exfuncionarios macristas –acá la presunción de inocencia deja de tener carnadura- porque dañaron el tejido construido por sus antecesores K.
¿La tildada “mesa judicial” coordinaba acciones para poder desarmar una mafia poderosa o inventaba delitos inexistentes? ¿El “pata Medina» es víctima de la persecución o, como lo afirman quienes padecieron sus desmanes, un victimario que dañó a empresas y a trabajadores por igual?. ¿Quién dice la verdad? ¿La filmación en la que ve embolsar millones de pesos (cuyo destino no acreditaron) junto a los testimonios de los jujeños que describen la extorsión y los vejámenes a los que Milagro Salas los sometía, o las declaraciones de ministros que van a apoyarla porque su condena es un invento de los enemigos del sacrificado pueblo jujeño?
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